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Mi Historia
El 14 de marzo del 2020 se confinó a toda la población en España, producto de la expansión de la pandemia del coronavirus que sigue amenazando al mundo. Como en muchos países solamente se podía salir de casa para comprar comida, medicinas, tabaco o atender alguna emergencia justificada de trabajo.
Todos tuvimos que adaptarnos a este cambio.
Todos tuvimos que reorganizar nuestras vidas.
El mundo se transformó rápidamente ante nuestros ojos, abriendo de par en par las puertas de la llamada “nueva normalidad”. Súbitamente!, nuestras casas se transformaron en oficinas de trabajo, las habitaciones se convirtieron en aulas de clases, el patio de recreo de los niños se movió al salón de la casa, el bar de siempre revivió en nuestra cocina, el gimnasio en el pasillo, el restaurante llegaba por entregas delivery; tan sólo quedaba el baño para tener unos pocos segundos de intimidad.
¡Nuestro mundo se contrajo de golpe! Tan rápido, como la tortuga que se esconde en su caparazón para protegerse de las amenazas externas. Y es que, como una tortuga, tuvimos que refugiarnos dentro del caparazón de nuestras casas para protegernos de la amenaza del covid 19.
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Quiero compartir con ustedes mi vivencia durante la pandemia, especialmente mi proceso de toma de decisiones. Les contaré un capítulo de mi historia personal en la que decidí dedicar todo mi tiempo a pintar y a dibujar. Quiero mostrarles cómo una serie de errores se transformaron en aciertos, permitiendo que encontrara una hermosa vía de expresión plástica
¡Acompáñenme! Esta es la historia de mi confinamiento que inició en Barcelona, el 14 de marzo del 2020, y continúa…
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¿Cómo y en qué invertir el tiempo libre?
Me dí cuenta del enorme problema que genera tener tiempo libre. Estaba consciente que, una vez confinado en casa, tendría mucho tiempo de soledad. Ante esto me pregunté, ¿Qué voy a hacer encerrado sólo en mi casa? ¿Qué voy a hacer después de teletrabajar? ¿Qué voy a hacer los fines de semana?
Tomé la decisión de pasar el tiempo dibujando.
Precavidamente, me abastecí de lápices, pinceles, pinturas, cartulinas de colores, lienzos, etc.
Practiqué varias técnicas de ilustración aprendidas años atrás cuando estudié artes plásticas y diseño gráfico. El motivo de mis dibujos giraba alrededor de la angustia que sentía en ese momento. No dudo en que todos sentimos desesperación, angustia, soledad, tristeza. La incertidumbre lo cubrió todo y todos los días morían más de 400 personas y la cifra aumentaba con rapidez.
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Soltar la mano
Eso significa rayar continuamente sobre el papel haciendo círculos, líneas rectas, trazos profundos; rayar libremente, observando el trazo. Tu propio trazo. Primero, con la mano derecha, luego con la izquierda, y luego, con las dos a la vez.
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«Soltar la mano permite liberar el trazo y ganar confianza»
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Como muchos trabajadores de oficina, en un click!, comencé a teletrabajar
La agenda de trabajo era la misma así que, siempre conectado al internet, asistía a reuniones vía Zoom, respondía comunicaciones internas por Hangouts, participaba en charlas por Skype y veía a mis amigos por WhatSapp o instagram. Les aseguro que me identifiqué con todos porque seguíamos unidos, pero de otra manera.
Como pasaba mucho tiempo conectado empecé a dibujar a mis compañeros de trabajo. En las largas reuniones me divertía observarlos por la pantalla del ordenador, despeinados, barbudos, en camisa de manga corta o desayunando. Cada uno estaba metido en una ventana de Zoom o Hangouts, compartiendo desde la distancia el encierro y la común incertidumbre.
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Interactuar online es distinto
Comencé dibujando las caras de mis amigos durante las conversaciones online. Algunos lo sabían. Era un alivio verlos y oirlos, pero faltaba algo. Los dibujaba, justamente, buscando encontrar eso que faltaba.
Traté de expresar sus emociones a través de la pantalla del ordenador.
Traté de sintetizar con líneas y planos de color la nueva manera en que ahora nos relacionamos.
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Nuevas interacciones, dibujos hechos con pinturas acrílicas sobre papel.
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Se rompieron las alianzas, la distancia se impuso.
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Las noticias eran aterradoras.
Sólo se hablaba de muertos, del caos en los hospitales, de entierros, pero sobre todo del virus; ese pequeñísimo, microscópico, erizo con las puntas redondeadas, de color rojo, verde, amarillo, naranja, lo cambió todo.
Quise recoger este cambio en dos composiciones gráficas.
Ambas, son una suerte de alegoría al demonio suelto, al virus, al bicho malo, que se apoderó de todo; al responsable de la crisis sanitaria y económica, el que nos hizo usar mascaritas, el que nos llenó de muertos.
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Me obsesioné con la nueva normalidad y la dibujé tal y como se me presentaba.
La nueva manera de interactuar, el mundo virtual, las conversaciones por WhatsApp y el virus, eran la fuente de mi inspiración.
Pero, de pronto, todo esto cambió!
El 23 de junio del 2021, me despidieron de mi trabajo.
Como miles, millones, de trabajadores me quedé sin empleo.
Ese fue el momento en que tomé mi segunda gran decisión!.
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El desempleo es un fantasma que nos acecha siempre.
Muchos construimos nuestras vidas en función de un trabajo que nos proporciona un sueldo; la mayoría de las veces no duradero. Ya no existe el trabajo para siempre, por tanto, ya no existe el sueldo para siempre.
Algunos, siempre corren el riesgo de perderlo todo. Caminamos sobre un delgado hilo que nos da acceso al bienestar, pero siempre, siempre, podemos caer en sus precipicios.
El trabajo era mi sustento y mi fuente de inspiración.
Ya no tendría más reuniones por whatsapp que dibujar, tampoco conferencias, clases, comités de evaluación que pintar!
Además del trabajo, perdí el motivo de inspiración.
Sentí temor.
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No obstante, un consejo de Alicia, mi compañera en esta aventura de la vida, me llenó de posibilidad.
Me dijo, fíjate cariño, con la indemnización que vas a cobrar podrás pintar hasta diciembre. Es tu oportunidad!
Tenía razón. No sabía hacia dónde me llevaría esto. De lo único que estaba convencido era que no estaba dispuesto a utilizar mi tiempo en ninguna otra cosa que fuera dibujar y pintar.
Esta es la mayor lección que aprendí durante el encierro.
Lo único que tenemos es tiempo.
La clave?.
En qué lo vamos a invertir.
Es nuestra decisión.
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Barcelona
Desde que llegué a esta preciosa ciudad no he dejado de maravillarme.
Barcelona tiene una estética propia y en cada centímetro de ella se percibe arte.
No tardé mucho en convertir la ciudad en mi nueva fuente de inspiración.
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Error y descubrimiento
Un día imaginé pintar un cuadro en acrílico inspirado en un rincón del Barrio del Born.
En el cuadro imaginario se encontraba un mendigo que miraba fijamente al espectador con un gesto de estupor e incredulidad. El dibujo se me hacía complicado, tenía una perspectiva atrevida y me puse a prueba.
Como ayuda, utilicé marcadores de colores para dibujar líneas guías sobre él lienzo y así pintar sobre ellas.
El dibujo era tan complicado que estuve días dibujando y borrando los errores con un papel de cocina empapado en alcohol.
Me equivocaba una y otra vez.
No me salía!
Cometí tantos errores que tuve que limpiar mucho.
De pronto, caí en cuenta que la pintura no estaba en el lienzo sino en el pedazo de papel absorbente con que limpiaba.
Utilicé el lienzo como base, lo llené de pintura y me dispuse a limpiar. Utilicé el papel en un 100%. Me impresioné al comprobar cómo una serie de errores se podían convertir en aciertos.
El primer resultado fue asombroso.!
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Gracias a mi hijo Adrián aprendí a valorar el error.
Adrián es guitarrista de Jazz y está acostumbrado a improvisar, es decir, a crear música en vivo.
Los músicos de Jazz están atentos a todo lo que ocurre sobre el escenario y muchas veces aprovechan el error como elemento creativo de expresión.
Cuando Adrián vió lo que estaba haciendo me dijo, -Padre, eso tiene Jazz!-
A partir de ahí, empecé a improvisar.
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Desde ese momento, y al ritmo del Jazz, enfoqué toda mi atención en el papel absorbente de cocina.
Utilicé marcadores de colores para pintar directamente sobre el papel, pero no sirvió. El papel se rompía continuamente.
Repetí la operación una y otra vez sin éxito.
Me di cuenta que la única manera de pintar el papel era limpiando. Cogí varios platos, vasos y cubiertos y los cubrí con diferentes tipos de pinturas, esperé a que se secaran y cogí una hoja de papel de cocina y empecé a limpiar.
Poco a poco el papel se iba convirtiendo en un lienzo pintado.
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Con la práctica logré producir pinturas más complejas pintando más de una hoja de papel a la vez.
En poco tiempo pude controlar la simetría y las proporciones, aprendí a hacer efectos y anticipar, de alguna manera, los resultados.
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Pintar el papel de cocina me hizo reflexionar sobre la cantidad de desechos que producimos los seres humanos, producto de lo que diariamente compramos, muchas veces sin necesitarlo.
Como ustedes saben el papel de cocina está destinado a la limpieza. Generalmente lo utilizamos cuando cocinamos, cuando tenemos que recoger algún líquido derramado o restos de comida. Muy pocas veces lo utilizamos en un 100%. Como es un producto muy barato su único valor es convertirse en desecho.
Como solución al problema del desecho humano, muchos apoyamos el reciclaje, pero me di cuenta que esto no es suficiente. Me pregunto, ¿de qué sirve reciclar si cada vez desechamos más y más?, ¿de qué sirve reciclar si cada vez queremos más y más?.
Es como un círculo vicioso que encubre nuestra insaciable necesidad de consumir, muchas veces, cosas que no necesitamos.
Además de la sana costumbre de reciclar tenemos que detenernos en el consumo.
La única solución posible frente al aumento exponencial de desechos que producimos los seres humanos es reducir el consumo, aunque esto implique la pérdida de lo que llamamos bienestar. Para reducir el consumo debemos conocer cuales son nuestras verdaderas necesidades y eso implica revisarnos a nosotros mismos.
Mucha gente compra por impulso, sin detenerse a pensar de dónde viene ese impulso? ¿Qué produce esa necesidad de consumir? De dónde surge la necesidad de tener más y más?.
Debemos hacer el esfuerzo por comprender que esa necesidad es creada y existe únicamente en la mente de cada uno de nosotros. ¿Qué la produce?
Muchos creen que elegir entre comprar un producto de una marca o de otra es un ejercicio de libertad. Para mi esa es una manera absurda de abordar un problema complejo. Pienso que la persona es verdaderamente libre cuando puede reconocer qué es lo que produce el irrefrenable impulso que le hace comprar cosas que no necesita.
Frente a esto, sugiero que volvamos a nuestro refugio, a nuestro caparazón donde nos sentimos cómodos y preguntarnos. Realmente necesito este o aquel producto?
Responder a esto con honestidad y actuar decididamente es la clave.
Si no actuamos pronto las consecuencias pudieran ser desastrosas
Durante la pandemia, encerrados en casa, sin bares, fiestas, viajes, tiendas, restaurantes, hoteles; con el freno del consumo y del derroche, experimentamos lo que tenemos que hacer para mantener la estabilidad ambiental del planeta.
Todos tuvimos la oportunidad de darnos cuenta cómo el aire de la ciudad antes contaminado, ahora estaba limpio.Todos vimos videos de animales paseando por por la ciudad y peces nadando en las transparentes aguas del mar.
Barcelona estaba limpia, sus playas más cristalinas, su atmósfera diáfana y su aire más puro. Todos fuimos testigos de lo que tenemos que hacer si queremos cambiar las cosas. No nos podemos engañar. Al frenar el consumo todo cambió. ¿Estaremos dispuestos a aprender de esta experiencia?
A través de mi obra artística quiero mostrar la belleza que puede surgir de un material desechable y sin aparente valor. Con esto quiero mostrar que el desecho es un asunto de valoración. Todo lo que nos rodea tiene valor, hasta una simple hoja de papel absorbente de cocina.
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